Volver a comenzar


Sé que he dicho esto mil veces, pero cuando recuerdo pedazos de mi vida, no puedo dejar de pensar en ellos como si fueran secuencias de una película (por eso a todo le voy poniendo un soundtrack).

Ayer mientras iba caminando hacia casa, con la garganta cerrada, los hombros caídos y las piernas adoloridas sonó en mi iPod una canción que casi creo que siempre se salta (o sólo aparece en tiempos de necesidad) y de golpe me remontó a las vacaciones de diciembre de 2007 (si creen que han tenido malos 1º de enero, esperen a lo que viene).

Escenario: Maruata, Michoacán (tierra de junkies)
Se abre toma y se ve a una chava sentada en la arena en pijama, con la mirada perdida hacia el océano, acaraciando repetidamente la arena, iPod en la mano.

En el fondo suena “Volver a comenzar, Café Tacuba”.

Fecha: 28 de diciembre (día de los inocentes, pero lo que me pasó no fue una buena broma)

Para quienes hayan leído la historia del francés, sabrán que en diciembre de 2007 yo era una mujer soltera y que a pesar de que estaba enamorada de Francis (sí, Francis, no quise decir francés) yo no veía muchas posibilidades de que lo nuestro pudiera trascender más allá de los correos.

Fue justo este momento en el que comencé a caer en el abismo de relaciones en el que me encuentro ahora. Todo por coincidir un día con la persona equivocada en Messenger.

Ferguson! Deberías acompañarnos este fin de año a Maruata wey, tengo chingos de ganas de verte.
Ah va pues suena bien eh, ¿cuál es el plan o qué?

Pues ve, puedes venirte después de Navidad a Monterrey, te quedas en mi casa, y tipo el 28 nos vamos para allá en coche.

Va pues déjame ver en el trabajo y te aviso al rato. Hace como dos años que no voy para allá y creo que es la boda de la hermana de Karlilla así que puedo aprovechar para ir también a eso.

Toño era mi mejor amigo cuando vivía en Monterrey (oséase en mi pubertad). Casi desde que lo empecé a conocer en primero de secundaria me enamoré perdidamente de él. Nunca pasó nada, lo vi andar con una y otra, y otra de mis amigas y yo sólo me lo tragaba.

Cuando me fui de Monterrey (terminando el primer año de prepa), recuerdo que él no quería despedirse de mí. Tuve que obligarlo y cuando lo hizo, no podía dejar de llorar, diciendo que yo era la mujer perfecta y que me iba a extrañar. Yo me sentía en las nubes.

En México me costó algo de trabajo vivir sin él, hasta que conocí a mi ex novio (larga historia). De hecho Toño vino a vivir a México justo cuando Juan se fue 9 meses a Canadá y me di cuenta que lo había superado.

Hasta ese invierno de 2007 en el que él me proponía que fuera a Monterrey, me quedara en su casa y bueno, cientos de indirectas más –las cuales, yo sumergida en el mal camino, no hice más que aceptar-.

Así llegó el 26 de diciembre, yo rumbo a Monterrey. Para mí fue un shock volverlo a ver después de tanto tiempo y darme cuenta que, quien yo creía que era, ya era historia. Las drogas lo habían cambiado un poco, al menos solamente en su apariencia. Yo no soy fan de las drogas, nunca las he probado y creo que no las probaré, sólo por lo que he visto que le han hecho a algunas personas.

Ese día, después de 10 largos años de espera, pasó lo que tenía que pasar. Todo iba bien, al día siguiente era la boda, él me iba a acompañar y de ahí tomábamos carretera hacia Michoacán a las 12 de la noche.

Mi error, invitar a la famosa Karlilla.

Los que me conocen saben que soy una persona poco rencorosa, que si me hacen una la perdono y si me hacen dos puede que también. De hecho, de todos los que me han jugado chueco, sólo una persona permanece en la lista negra (luego intuirán quién es).

Karla era una de mis mejores amigas regias, una niña poco comprendida, que iba de hombre en hombre desde que la recuerdo. Una de esas veces fue con Toño en secundaria. Ella se iba a quedar a dormir en mi casa porque su mamá se iba a Laredo. Yo tenía clase de deportes en la tarde y ella me iba a acompañar, oh sorpresa cuando supe que se había ido a “comer” a casa del otro wey. No le hablé en todo el día.

Bueno pues ese, ahora, 28 de diciembre tampoco fue diferente. Llegamos a Maruata, Toño, Karla y otros conocidos que la verdad no eran muy mis amigos. Estuvimos tomando hasta que cayó la noche.

Decidimos bajar a la playa a una fiesta. Íbamos caminando cuando me percaté que ellos dos habían desaparecido. Los había notado raros durante todo el camino. Hasta creo que se dieron un pequeño beso. Pero lo peor fue que le pregunté a mi pseudo-amiga si estaba pasando algo, que de ser así no había problema porque yo vivía en México y entendía las cosas y me contestó que no.

Las personas en Monterrey (y en general) siempre piensan en mí como eso, como una sumisa que no sabe alzar la voz y defenderse. Pero no, justo ese invierno yo había cambiado, por muchas situaciones, me había cansado de agachar la cabeza. (Como ya les había contado, el francés me había enseñado lo mucho que yo valía).

Me desvíe de la fiesta y regresé a la cabaña, llegué al cuarto de Toño justo en el momento en que se iban metiendo a la cama. La sangre me hervía (cuando la sangre me hierve soy bastante agresiva, soy casi un hombrecito) pero no llegué a la violencia física, sólo verbal y no hay nada más violento que llamar a alguien Puta, y peor aún decirle que qué triste que siempre haga lo mismo. (ahora podrán imaginar quién está en mi lista negra).

Azoté la puerta, la dejé trabada, no podían salir de ahí. Creo que fue la excusa ideal para que terminaran lo que empezaron, yo en la cabaña de al lado, escuchando todo el espectáculo.

En cualquier otra circunstancia me hubiera dejado caer. Sola en Maruata, rodeada de junkies, escuchando noche a noche como tenían relaciones sexuales. La vieja yo, probablemente hasta se hubiera querido matar. Pero no.

Escenario: Maruata, Michoacán (tierra de junkies)

Se abre toma y se ve a una chava sentada en la arena en pijama, con la mirada perdida hacia el océano, acaraciando repetidamente la arena, iPod en la mano.

En el fondo suena “Volver a comenzar, Café Tacuba”.

Fecha: 28 de diciembre (día de los inocentes, pero lo que me pasó no fue una buena broma)

A partir de esa fecha comprendí que en muchas ocasiones una buena canción, o una canción con cierto sentido en el momento indicado puede ayudarte a superar las cosas

Que las desgracias que nos ocurren pueden ser vistas como “bendiciones disfrazadas” y que no vale la pena dejarse caer.

Regresamos a la toma de la mujer en Maruata. La chava toma sus cosas, se desviste y queda en traje de baño, deja su iPod en la arena y se dirige hacia el mar –acción poco común en ella, porque a menos que sea Cancún le tiene miedo a casi cualquier mar-. Se adentra y se pone a nadar, sale toma el sol, pide una cerveza. Se vuelve a meter al mar, se vuelve a tirar en el sol. Una y otra vez. Pierde el miedo, se siente libre.

Sonrisa en la cara, por fin un bronceado decente en su blanco cuerpo. Lo que no te mata, te hace más fuerte.

Ayer, cuando sonó esa canción me remontó a esa época en la que no me dejé caer. Hoy, hoy tampoco me dejaré caer.

Comentarios

Definitivamente...la vida son pequeños soundtracks enrollados en infinitos capítulos... Me gusto tu historia...
Anónimo dijo…
eres la onda mujercita!!!

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