Un día cualquiera

La lluvia chocaba contra su ventana mientras los rayos alumbraban la densa penumbra que no sólo envolvía el cuarto, sino que ya se había instalado en su cuerpo desde hace varios años. Esa noche se repetiría con éxito aquel incidente que tiempo atrás la había dejado marcada.

Cansada de vivir una realidad que no consideraba suya y atrapada por la oscuridad creciente en su corazón, tomó primero las tijeras entre sus manos para tratar de comprobar su valor, pero al darse cuenta de su insignificante fortaleza, no tuvo más remedio que acudir a una dosis de pastillas que aseguraron un largo letargo del cual derivaría su más ferviente anhelo y su más profundo temor, su desaparición del mundo de los vivos junto al desconsuelo de aquellos por los que se sentía abandonada.

Era ya una mujer para el mundo pero se seguía sintiendo como una niña indefensa esperando con ansiedad el momento en que debería crecer definitivamente para enfrentarse a la vida real sin comprender aún que para los demás ella ya estaba viviendo ese momento.

Las personas que creían conocerla no podían sino hablar de la enorme madurez, determinación y ecuanimidad que había demostrado desde pequeña, además de su carácter afable y cálido, siempre contestando con una sonrisa o un consejo oportuno que solucionaba la vida de los demás pero poco a poco iba dejando vacía la propia.

También existían aquellos que por falta de trato vislumbraban desde la distancia aquella esencia turbia que se encontraba escondida tras la máscara de bondad y la calificaban de fría y manipuladora sin conocer que en realidad buscaba ocultar la cara de la soledad. Hace ya algunos años que una loca había adivinado su destino -la niña de los ojos tristes, de que te sirve que sean tan bonitos si nunca vas a ser feliz- y como una maldición aquello quedó fijado en su ser hasta el final de sus días.

Aquella frase terminó por repetirse interminablemente en su cabeza hasta ocasionar locura, una locura poco palpable, pero al fin y al cabo esa falta de cordura fue la que acabó por orillarla a un continuo tormento...




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